¿Qué motores traen los BMW? Una historia de potencia, obsesión y paradojas bávaras

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Del cielo al asfalto: los orígenes aeronáuticos del rugido bávaro

Imagine usted una marca de autos que empezó fabricando motores de avión para la Primera Guerra Mundial, luego fue obligada a dejar de hacerlo por el Tratado de Versalles, y décadas después, terminó fabricando coupés que rugen como si todavía quisieran levantar vuelo. Así es BMW: una empresa cuya historia se mueve a pistón completo entre la ingeniería de precisión y el deseo de velocidad como redención.

BMW nació en 1916, y su primer amor no fue el asfalto, sino el cielo. Fabricaban motores de avión, no autos. Por eso su logo —ese que usted ha visto en el capó de miles de conductores con ínfulas de piloto de Fórmula 1— representa una hélice girando sobre un fondo azul cielo: una metáfora de una ambición truncada.

Pero la historia, como los motores, tiene ciclos. Obligados a reinventarse tras la guerra, empezaron a fabricar motocicletas y, eventualmente, automóviles. Y con ello vino su obsesión: no hacer autos, sino máquinas para conducir. Conducción como arte, como afirmación existencial, como escape.

¿Y qué motores traen?

Aquí es donde la cosa se pone técnica, sí, pero también profundamente simbólica. Porque BMW no ha hecho “motores”, ha hecho manifiestos mecánicos. Motores que dicen: «yo no me conformo con llevarte del punto A al B, quiero que el trayecto te vuele la cabeza».

Motores de cuatro cilindros

Los más comunes. Suaves, eficientes y usados en la mayoría de sus modelos más accesibles. Pero cuidado: incluso en su forma más humilde, un motor BMW de cuatro cilindros quiere demostrar que puede ser más que “básico”. Como un violinista tocando rock: precisión con actitud.

Estos motores suelen encontrarse en la Serie 1, la Serie 3 y algunos modelos X1 y X3. Con turbocompresores, alcanzan potencias respetables y consumos ajustados, pero sin perder ese toque bávaro de deportividad contenida. Incluso el mítico E30 M3 usaba un cuatro cilindros atmosférico, demostrando que la cilindrada no lo es todo.

Seis cilindros en línea (Inline-6)

Aquí empieza el mito. BMW ha perfeccionado el motor de seis cilindros en línea como si fuera una sinfonía bávara. Equilibrados, potentes, suaves. Este tipo de motor es la niña mimada de los ingenieros de BMW. De hecho, muchas marcas ya lo han abandonado por cuestiones de espacio o eficiencia. BMW no. Porque hay cosas que no se negocian. Como el equilibrio perfecto entre elegancia y potencia.

Motores como el M54, el N52 y el actual B58 han sido el corazón palpitante de BMW por años. No es casualidad que modelos como el 340i o el Z4 recurran a esta arquitectura: el sonido, la entrega de potencia lineal, la fiabilidad mecánica. Todo esto convierte al seis en línea en una especie de último samurái de la ingeniería clásica.

V8 y V12: porque sí, porque pueden

Cuando un fabricante decide meter un motor V12 en un auto, no está pensando en eficiencia. Está haciendo una declaración de principios: “el lujo es exceso”. BMW ha montado V8 y V12 en sus sedanes y coupés de alto rendimiento como si dijeran: «la sutileza es para otros, nosotros vinimos a sacudir el alma del conductor».

El motor V12 del BMW 760Li, por ejemplo, es tan silencioso como un monje tibetano pero empuja con la furia de un tren bala. Y el V8 biturbo del M5 es capaz de lanzar un sedán de cinco plazas al infierno de los 100 km/h en menos de cuatro segundos. Esto no es transporte, es un manifiesto de exceso con corbata.

Motores diésel y turboalimentados

BMW también ha coqueteado con el diésel, especialmente en Europa, donde los altos precios del combustible y las distancias largas han hecho del motor diésel una elección racional. Pero claro, siendo BMW, incluso el diésel tiene nervio. Y con la introducción de los turbocompresores, han logrado una antítesis fascinante: más eficiencia, más potencia.

Modelos como el 330d o el 535d han demostrado que se puede tener torque brutal, autonomía de camión cisterna y prestaciones de deportivo. Eso sí, el rugido es más grave, menos sensual. Como una sinfonía interpretada con martillos neumáticos. No es bonito, pero es poderoso.

Híbridos y eléctricos: el futuro a regañadientes

Y sí, BMW también está electrificándose. Desde el futurista y ya descontinuado BMW i8 hasta la actual serie i4 e iX, la marca ha ido entrando en la era eléctrica como quien llega a una fiesta que no quería ir, pero termina bailando como el alma del evento. Su nuevo mantra: «Sheer Electric Driving Pleasure», reemplazando aquel clásico «Sheer Driving Pleasure».

Motores eléctricos silenciosos, respuestas instantáneas y autonomías crecientes. Es otra filosofía, otro lenguaje. Pero el alma intenta sobrevivir. El i4 M50, por ejemplo, acelera más rápido que un M3 tradicional. Pero en silencio. Como si un lobo aprendiera a cazar sin aullar.

Una máquina… ¿para quién?

BMW fabrica motores que no sólo mueven autos, sino egos, aspiraciones y contradicciones. Son para quien no quiere simplemente llegar, sino demostrar cómo llegó. Para quien cree que manejar no es una tarea, sino un arte. Y sin embargo, en esa pasión por la ingeniería se esconde una paradoja: los motores BMW más admirados hoy (como los seis cilindros atmosféricos) están en vías de extinción, mientras los silenciosos eléctricos van ganando terreno.

La firma bávara se encuentra en un dilema existencial: seguir rugiendo como antes o aprender a susurrar en kilovatios. Lo que ocurra en la próxima década decidirá si BMW seguirá siendo la máquina de placer que una vez fue, o si se convertirá en otro fabricante más de electrodomésticos con ruedas.

Pero si algo ha demostrado BMW en su historia, es que no le teme a la metamorfosis. Ya voló, ya cayó, ya resucitó. Y puede que, en un futuro eléctrico y aséptico, logre algo más difícil que la velocidad: mantener el alma encendida.

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